Nery Castillo, el polémico atacante del Olympiakos de Grecia, ya es mexicano.
Desde siempre, ha dado de que hablar. Hoy, luego del triunfo de México en contra de Brasil, habló como lo hacen los grandes: también en la cancha. Marcó un soberbio gol (con sombrerito en el área incluído) augurando que si no es un crack, está muy cerca de serlo.
Desenfadado, aguerrido, jóven. Es de los pocos jugadores de esta selección a quien se les ve las ganas de jugar: Pardo, Salcido, Osorio ... en la cima por su actuación en Europa, desdeñando al TRIcolor. Nery también juega allá, y ha jugado la Champions, y se le ve el coraje para estar en el campo. Para muestra, dos ejemplos: le reclamó a Hugo no estar en la banca contra Guadalupe ("Voy a jugar o me regreso. Si contra Guadalupe no vi el juego en la banca, contra Brasil no iré ni al estadio"); el otro, el reclamo que hace a Bautista luego del gol cantado que falló con la valla americana abierta. ¿Qué debe tener un jóven de 23 años para hablarle así a un consagrado del balompié nacional?
Cuando lo vi jugar (en especial después de la jugada donde no da el pase a la izquierda con Ramon Morales acompañando) me vino a la mente un recuerdo juvenil: el compañero que NUNCA pasa la pelota, el que quiere anotar solito. "Ya suéltala, pinche personalista" - me dije al instante. Sin embargo, esas ganas, ese atrevimiento NO SE VE EN EL FUTBOLISTA MEXICANO DE ÉLITE. La última jugada del encuentro es una definición que sólo se ve en Europa: contragolpe rapidísimo, ganar al defensa por piernas, y sacar al portero. La falló, pero queda en el recuerdo, la sensación de una gran jugada a la que le faltó la culminación.
Gracias Nery Castillo, por hacernos creer otra vez, en el fútbol mexicano.
Czerjyo.
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