Aunque soy un chairo irredento, conservo algunos vestigios de "fifí". Tengo un reloj Longines, dos plumas Montblanc, bebo whisky de una sola malta y tengo predileccion por fumar cigarros y tabaco de pipa. Hoy gracias al maestro Enrique González, un caballero en toda la extensión de la palabra y a quien le debo mi vuelta al ajedrez de competencia, he vuelto a estar al pendiente de un juego de tenis. La final de Wimbledon entre Federer (mi favorito gracias a las influencias antes citadas) y Djokovic (a la postre, vencedor) por ESPN. He vuelto a emocionarme, a preguntarme algunas cosas que no quiero saber (¿Por qué la secuencia 15-30- 40 ?), a vivir un gran partido de tenis. No recuerdo cómo me aficioné a ese deporte. En mi niñez, el dinero siempre escaseó y conocí la TV de colores hasta recién pasada la adolescencia. Sin embargo, recuerdo los duelos de Agassi y sus pelos alborotados. A Ivan Lendl y su inexpresivo rostro de máscara mortuoria con sus ojos de calavera. A...
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