Escribo esto, horas después de ver el juego inaugural de la copa del mundo, Sudáfrica VS México. Luego del excelente partido (amistoso) entre Italia y México, las esperanzas volvieron. Hoy, el juego del Tri nos regresó a la realidad.
La alineación, increíble: Óscar Pérez, claro ejemplo del "sí se puede", negaba los dichos de Javier Aguirre en su comercial de la Iniciativa México: Óscar Pérez, un resabio del pasado, al tiempo que Ochoa y Michel en menor grado, calentaban la banca.
Al comienzo de juego, Sudáfrica estaba asustado. Un estadio tan grande, lejos de animarlos, los cohibió. Los mexicanos, por el contrario, se motivaron con ese escenario, único para sólo algunos futbolistas en la historia: el inicio de una copa del mundo, todos los ojos del país futbolero. Toque, juego de conjunto, y llegadas al arco hicieron creer que sí era posible anotar. Por un momento imaginé el ser Carlos Vela, Giovanni Dos Santos. Su nombre quedaría en la Historia en caso de anotar el primer gol en el continente negro. Guillermo Franco también disputaba ese honor, y tuvo dos ocasiones para hacerlo. Vela marcó en fuera de lugar, Giovanni tuvo mejor puntería pero la gloria fue impedida por la férrea defensa sudafricana. Tibios ataques de los bafana bafana hicieron temblar al Conejo Pérez, nervioso otra vez. ¿Se nos olvidó que no sabe salir del área chica? Terminó el primer tiempo con esa sensación harto conocida por el aficionado mexicano, que se resume en el aforismo: el que perdona, pierde. Aforismo que tornó profecía: al minuto 55, descuido de la defensa mexicana y Shabalala marcó un trallazo que ni Óscar Pérez, ni Ochoa ni Míchel habrían detenido. Estallaron las vuvuzelas, al tiempo que los mariachis callaron. Como siempre, los mexicanos dominan y creen que la victoria será cuestión de tiempo, y cuando un gol los devuelve a la realidad, se mecen en el fracaso. 15 minutos tardó México en salir de ese marasmo. Los sudafricanos se echaron atrás, confiados en su gol de ventaja, lo que les daba espacio para el contrajuego. Blanco, Hernández y Guardado, tres ofensivos dan cuenta de la desesperación de Aguirre: toda la carne al asador. Por fin al 79, centro de Guardado y Márquez, nuestro gran referente internacional bajó la pelota con la maestría que sólo el Barcelona puede dar y combinado con un error defensivo, marcó el empate. México trató de adelantar líneas, pero la defensa sudafricana estaba bien parada. En el 89, una extraña jugada estuvo a punto de costarnos los tres puntos: despeje del portero, y la pelota da uno, dos, tres botes adonde un sudafricano, "custodiado" por dos defensas mexicanos la conducía. Tiro que suavemente dio en la base del poste derecho.
El Tri dió otra de esas actuaciones a que nos tiene acostumbrados. Lástima de los mensajes motivadores del Vasco: seguimos en el tiempo del sí se puede.
La alineación, increíble: Óscar Pérez, claro ejemplo del "sí se puede", negaba los dichos de Javier Aguirre en su comercial de la Iniciativa México: Óscar Pérez, un resabio del pasado, al tiempo que Ochoa y Michel en menor grado, calentaban la banca.
Al comienzo de juego, Sudáfrica estaba asustado. Un estadio tan grande, lejos de animarlos, los cohibió. Los mexicanos, por el contrario, se motivaron con ese escenario, único para sólo algunos futbolistas en la historia: el inicio de una copa del mundo, todos los ojos del país futbolero. Toque, juego de conjunto, y llegadas al arco hicieron creer que sí era posible anotar. Por un momento imaginé el ser Carlos Vela, Giovanni Dos Santos. Su nombre quedaría en la Historia en caso de anotar el primer gol en el continente negro. Guillermo Franco también disputaba ese honor, y tuvo dos ocasiones para hacerlo. Vela marcó en fuera de lugar, Giovanni tuvo mejor puntería pero la gloria fue impedida por la férrea defensa sudafricana. Tibios ataques de los bafana bafana hicieron temblar al Conejo Pérez, nervioso otra vez. ¿Se nos olvidó que no sabe salir del área chica? Terminó el primer tiempo con esa sensación harto conocida por el aficionado mexicano, que se resume en el aforismo: el que perdona, pierde. Aforismo que tornó profecía: al minuto 55, descuido de la defensa mexicana y Shabalala marcó un trallazo que ni Óscar Pérez, ni Ochoa ni Míchel habrían detenido. Estallaron las vuvuzelas, al tiempo que los mariachis callaron. Como siempre, los mexicanos dominan y creen que la victoria será cuestión de tiempo, y cuando un gol los devuelve a la realidad, se mecen en el fracaso. 15 minutos tardó México en salir de ese marasmo. Los sudafricanos se echaron atrás, confiados en su gol de ventaja, lo que les daba espacio para el contrajuego. Blanco, Hernández y Guardado, tres ofensivos dan cuenta de la desesperación de Aguirre: toda la carne al asador. Por fin al 79, centro de Guardado y Márquez, nuestro gran referente internacional bajó la pelota con la maestría que sólo el Barcelona puede dar y combinado con un error defensivo, marcó el empate. México trató de adelantar líneas, pero la defensa sudafricana estaba bien parada. En el 89, una extraña jugada estuvo a punto de costarnos los tres puntos: despeje del portero, y la pelota da uno, dos, tres botes adonde un sudafricano, "custodiado" por dos defensas mexicanos la conducía. Tiro que suavemente dio en la base del poste derecho.
El Tri dió otra de esas actuaciones a que nos tiene acostumbrados. Lástima de los mensajes motivadores del Vasco: seguimos en el tiempo del sí se puede.
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